En el otoño de 1993, hice un año sabático
en la Universidad Federal de Ceará, en Fortaleza, Brasil. Mi objetivo era estudiar
la hidrología de sequías en el famoso
Polígono de las Sequías.
En aquel entonces, la región estaba experimentando una sequía severa, que ya iba para tres años.
El plan de emergencia consistía en transferir agua del embalse de Orós, en el sertão, al centro urbano de Fortaleza.
El "Canal del Trabajador" estaba siendo construído expresamente para la transferencia de agua.
Era la última medida de emergencia para mitigar la sequía que azotaba a la región.
El alineamiento del canal seguía la costa del estado de Ceará, aproximadamente 100 km.
Un día, fui invitado por un colega a acompañar el vuelo diario de reconocimiento
del progreso de la construcción del canal.
El vuelo duró unas dos horas, y el avión voló bastante bajo para poder filmar.
Mi inexperiencia con vuelos bajos no se hizo esperar; vomité varias veces, usando un balde que parecía muy conveniente
ubicado en la cabina para este propósito.
Al terminar el vuelo, mi colega me recibió en la pista de aterrizaje con una sonrisa, y aparentemente conocedor de mi
tribulación, me preguntó a boca de jarro:
"Cuántas veces?"
Yo sabía exactamente a qué se refería, y le contesté, humildemente: "Tres."
Mi colega dijo: "Bien, no son muchos; otras personas tuvieron más."