En agosto de 1984, participé en
la Conferencia Anual de la División de Hidráulica
de la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles, en Coeur D'Alene,
Idaho,1 acompañado de mi amigo Miguel Coutinho,
que enseña ingeniería civil en el Instituto Superior Técnico de Lisboa.
Volamos de San Diego a Seattle, alquilamos un Lincoln Towne Car en el aeropuerto,
y nos dirigimos al este, hacia Idaho, conociendo y admirando el paisaje del estado de Washington.
Al terminar la conferencia, Miguel y yo nos preparamos para regresar a Seattle.
Le dije que recogería el carro y lo encontraría en la puerta del hotel.
Miguel me estaba esperando a la salida del hotel.
Al mismo tiempo que subió él al carro,
otro participante entró al carro por la puerta trasera.
Yo pensé que mi amigo lo había invitado;
él pensó que yo lo había invitado. Ninguno de los dos
dijo nada.
Un par de cuadras más adelante, notando algo extraño, nuestro distraido intruso dijo:
"Chofér, ¿Ésta es la limusina?"
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