En el verano de 1995, mi hija Tina y yo visitamos el lado norte del Cañon del Colca, en Perú,
el cual, con una profundidad de 3,200 m, es uno de los más profundos del planeta.
Nuestro equipo consistía de un colega, un guía, el chofer, y nosotros.
Alquilamos una camioneta y nos dirigimos hacia el cañon, en las profundidades de los Andes,
a varias horas de camino de la ciudad de Arequipa.
Al regreso, accedimos a traer con nosotros a una profesora de primaria.
Cuando llegamos al siguiente pueblo, la profesora se bajó del vehículo, diciendo que regresaba en unos momentos.
Después de esperarla un tiempo prudencial, como la profesora no regresaba, decidimos continuar el viaje sin ella.
Unas horas después, al llegar al pueblo de Aplao, nuestro vehículo fue detenido en un retén policial.
La profesora había telefoneado para decir que nosotros "habíamos robado su bolsa."
Le explicamos al jefe de policía que la profesora había solicitado que la lleváramos con nosotros,
que había bajado momentáneamente en el siguiente pueblo, y que no habiendo regresado en un tiempo prudencial,
no nos quedó otra alternativa
que dejarla atrás. No sabíamos nada de una bolsa. La policía se convenció de nuestra honestidad,
y nos dejó continuar el viaje.
Al llegar a Arequipa, al revisar la camioneta para entregarla, encontramos, para nuestra sorpresa,
la bolsa de la profesora bien metida debajo del asiento trasero.
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