A finales de la década de los 70,
me tocó participar en una conferencia de hidráulica de
la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles, en College Park, Maryland.
Uno de los artículos trataba de la modelación numérica del flujo no permanente en canales abiertos,
tema que estaba de moda
en aquella época.
Durante la presentación, el conferencista mencionó que la atenuación del hidrograma se debía a la
fricción.
Al término de la presentación, me acerqué al conferencista y le pregunté,
"No creo que la fricción, por si sola,
sea responsable de la atenuación del hidrograma. Si es así, ¿Por qué
las ondas cinemáticas, las cuales están gobernadas
por la fricción, no se atenúan?
El conferencista no supo qué decir y me respondió cordialmente, "Parece que Ud. está en lo correcto.
Daremos otra mirada a este tema."
Algunos años después,
con afán de arrojar algo de luz al respecto, publiqué un artículo sobre
el tema.1
Ahora sabemos con certeza que la atenuación del hidrograma se debe a la interacción de la fricción con el gradiente
de presiones (la onda difusiva), o la fricción con la inercia (la onda dinámica), pero no la fricción
con la gravedad (la onda
cinemática).
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