Mucha gente de la ciudad cree que el mundo se acaba a las afueras de la ciudad. Sin embargo, en mi experiencia
esto no es así.
Hace muchos años, viajé a Lima, Perú, donde pasé mi niñez en los años 1950 y 1960.
Visité a mi padre, que es originario de Huarochirí, una de las diez provincias del departamento de Lima [éste último es uno de 24 departamentos
en que se divide políticamente el Perú].
Como era su costumbre, mi padre me invitó a dar un paseo por el campo.
Después de poco más de tres horas, llegamos al pueblo de Antioquía, a 80 km al este de Lima.
El lugar, sin embargo, es casi desconocido, pues no hay buenas carreterras de acceso, y esto
limita los visitantes.
Esa noche asistí a una reunión de amigos en Lima.
Uno de ellos me preguntó: ¿Cómo te va? Le contesté: "Bien, acabo de regresar de Antioquía".
A lo que él respondió, solemnemente: "No hay Antioquía aquí."
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