Conocí a mi amigo Newton Carvalho en 1979, durante mi trabajo con EDIBAP, relacionado con la
modelación del
flujo de inundación en el Pantanal del Mato Grosso. Newton fue el primero en hablarme sobre la
"pororoca," la onda de marea gigante del Amazonas y áreas aledañas.
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Diez años después, en 1989, decidí ir en búsqueda de la pororoca.
Siguiendo el consejo de Newton, volé a Macapá, en la boca del
Amazonas, y busqué un guía que me llevara
a verla. En Macapá conocí a
Sebastião Mota Dias, el que se encargó
de contratar un avión para volar
el 22 de enero, a las 6 de la manana, hacia la boca del Río Araguarí,
donde el raro fenómeno natural era esperado esa mañana.
El avión era un Cessna relativamente viejo, y el equipo
consistió de Mota, un asistente, el piloto, y yo.
Volamos casi dos horas sobre el estado de Amapá hacia el nordeste, y tal como era esperado,
divisamos la pororoca
a las 8 am, remontando el Araguarí cerca de su boca.
Contento de haber satisfecho mi objetivo,
grabé la experiencia en film.
En el viaje de regreso, admirando la inmensidad del bosque tropical que yacía
debajo de nosotros,
me pregunté por cuánto más tiempo continuaría mi suerte.
Conversando con el piloto, un veterano de la localidad, dije: "Luis, cuánto tiempo
has estado piloteando en esta región?
Luis contestó: "Un poco menos de 30 años."
Yo dije: "Este avión está un poco viejo. Ha causado problemas alguna vez?"
Luis contestó en forma casual: "Sí, muchas veces."
Notando mi mezcla de sorpresa y preoocupación,
se apresuró a decir: "Cuando esto pasa,
miro alrededor y busco un lugar para aterrizar."
Desde ese momento, yo estuve seguro de que mi suerte no se iba a acabar esa mañana.
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