Un sapo panzudo croaba en su pantano cuando vió brillar en lo más
alto de las cañas a una luciérnaga.
Pensó que ningún ser tenía derecho a lucir cualidades que él mismo no poseería jamás.
Mortificado por su propia impotencia, saltó hasta ella y la cubrió con su vientre frío. La inocente luciérnaga se atrevió a preguntarle:
Por qué me cubres? Y el sapo, congestionado por la envidia, sólo acertó a interrogar a su vez: Por qué brillas?
-- José Ingenieros (El Hombre Mediocre) |